Un chico que anda por los quince, dieciséis, que recién está creciendo en la contemplación del mundo y sus circunstancias, se sube al tren con su padre para acompañarlo del pueblo a la ciudad. Son los años setenta. El pueblo es Rauch y la ciudad es Buenos Aires. Van, los dos, a comprar insumos para darle al teatro del lugar donde viven sus escenografías. El padre comanda las acciones, afila el ojo frente a los telares, las pinturas, los poliuretanos. El chico aprehende y se construye, va edificando por dentro al sujeto que será. Vienen cada vez que hay un estreno y el escenario del pueblo pide la creación de un mundo nuevo. Vienen también cuando muere Perón. Van y vienen, el padre y el hijo, vienen y van. Hasta que un día.
Dijo que iba a hacer un libro sobre Jorge Ferrari, y se preguntó, después de charlar con él, qué es un libro de escenógrafo?, se sintió amenazado por aquella pregunta, mezcla de incertidumbre y desafío. Pero no se detuvo ahí, cómo es un libro de escenógrafo?, cómo elaborar contenido ante semejantes interrogantes, que sabría lo tendrían cautivo hasta el momento que viera la prueba de galera?